Maria Deraismes

15.03.2023

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Marie-Adélaïde Deraismes conocida como María Deraismes (17 de agosto, de 1828 - 6 de febrero de 1894) fue una destacada pensadora francesa del siglo XIX, periodista, escritora y pionera de la defensa de la igualdad y los Derechos de la Mujer. En 1869 fue cofundadora del periódico Le Droit des Femmes en París y, al año siguiente, fundadora de una asociación con el mismo nombre que presidió ella misma. En 1881 fue copropietaria y codirectora del periódico El Republicano. En 1882 fundó la Liga Francesa por el Derecho de las Mujeres. En 1893 fue cofundadora junto a George Martin de Le Droit Humain, la primera Obediencia Masónica Mixta.

Compiló sus discursos en el libro "Eva en la Humanidad" (1891). Consideraba que la inferioridad de las mujeres no es un hecho de la naturaleza y que la inferioridad legal no está basada en ninguna ley natural, sino que resulta de la intervención masculina. Defendía el voto femenino; la reforma de las leyes injustas, sobre todo las que guardaban relación con la familia; la ampliación y laicización de la educación femenina; la dignificación de la imagen de la mujer en la ficción; la mejora de la situación de las mujeres proletarias; el drama social de la prostitución y la necesidad de su abolición.

Durante muchos años, ha sido una gran desconocida fuera de Francia. Su obra (Eva en la Humanidad) fue traducida por primera vez al español en 2010 por la fundación que lleva su nombre.

Maria Deraismes fue una librepensadora y pertenecía a una logia masónica que aceptaba a las mujeres. Se posicionaba contra el catolicismo por su pensamiento oscurantista y misógino, se declaraba anticlerical frente a la jerarquía que propagaba la fe católica y que, según Deraismes, imponía la supremacía del hombre sobre la mujer. En noviembre de 1881, durante una conferencia en el Trocadero de París, se compromete con la masonería en la lucha contra el poder de la Iglesia Romana.

Es una teórica del feminismo, desde el momento en que afirma que la ruptura de la mujer con el dogma es un acto de alivio, una obra de liberación, una declaración de independencia.

Reivindica el reconocimiento jurídico de los derechos de las mujeres y concentra su acción en este objetivo. Tampoco es una cuestión secundaria para ella la reivindicación del derecho a voto de las mujeres.

Durante un banquete feminista organizado el 11 de julio de 1870, lee un manifiesto en el que pide a los Parlamentarios que concedan a las mujeres derechos cívicos y políticos.

Está a favor de la abolición de la prostitución, un combate que dirige con la feminista inglesa Josephine Butler. Para ella, la prostitución es una manifestación de la opresión masculina, del antagonismo entre los hombres y mujeres.

Desarrolla un pensamiento laico siempre en favor del amor real al prójimo.

Defiende la igualdad entre los hombres y mujeres.

Cree en la República, pero la lucha al lado de los hombres republicanos es causa de enfrentamientos ya que debe combatir junto a personas que considera opositores a la emancipación femenina.

Denuncia también una visión demasiado romántica de la mujer, una quimera que frena su emancipación, sobre todo en el mundo de la pintura, de la literatura y del teatro; por ello dedica conferencias a criticar a autores tanto históricos como contemporáneos.

Además, es muy crítica con el hombre del pueblo, que, según ella, desprecia y humilla a su pareja; atribuye las desigualdades entre los géneros más a la pereza que a las estructuras políticas.